david chávez
Hoy le pregunté: ¿a qué he de volver a Colima? A tus cosas, me dijo. ¿Mis cosas? Lo único material que poseo, mis libros viejos que he robado de las bibliotecas, que me han regalado, que salvé de la casa de mis abuelos paternos, los pocos que compré, quedaron en cajas en el cuarto de la casa donde mis padres me criaron con la intención de que llegara tan lejos como me fuera posible, tan lejos como mi padre me soñó algún día detrás de un escritorio, con un buen sueldo, un auto y una familia feliz; tan lejos como mi madre me soñó alguna vez cuando estuve en su vientre, gestándome, y me vio feliz, con una cara diferente a la que tengo, con un cuerpo diferente al que tengo.
¿Volver a qué, cabrón?, insistí. Y cuando encendió su cigarro me sentí tan pinche, pinchemente pinche, pinchísimamente pinche pinche pinche, como en mi pinche vida me he sentido tan pinche, tan vacío y mediocre. A ver a qué. Eso me respondió. ¿Y mis letras? A nadie le importan, dijo. Guárdatelas en el culo que de nada sirven, que esas letras con las que escribirás esto que te estoy diciendo, no son las letras que tu padre imaginó que escribirías jamás, que tu cara de perro en celo no es la que tu madre imaginó jamás. Eso dijo.Y que se te quite esa pinche, pinchemente pinche, pinchísimamente pinche pinche pinche gana de ser alguien, de publicar, de que tus letras las leerán muchas personas y dirán "Ah, no mames, a mí me pasó algo así, a mí me pasa algo por el estilo".
El viento soplaba pinchemente pinche, pinchísimamente pinche pinche pinche, y el viento frío por no decir helado me cruzó abofeteadamente la cara y supe que no, que no sería lo que mi padre imaginó, que no sería lo que mi madre imaginó, que sería yo, arrebatadamente yo, que me liberaría de este pinchemente pinche, pinchísimamente pinche pinche pinche sentimiento y me lo arrancaría a tajos del pecho, como una sanguijuela, como la jariosidad se apaga con un baño de agua fría, que valen verga mis letras, que ya no me importa decirlo con todas sus letras: que ya me importan mis letras, que te he entendido, Lupita, que por fin te he entendido y cada palabra mía ya es como un vello púbico y son mías y que se sufre el proceso.
¿Sabes?, le dije, realmente no importa regresar. Lo más cabrón, le dije, lo más cabrón es lograr decir lo que tienes adentro. Lo demás, volver, irse, los demás, le dije, creéme que comienza y comienzan a perder importancia cuando les quitas y le quitas la prisa. Creo que comienzo a entenderte. Seguiré escribiendo cosas estúpidas como "Hoy le pregunté: ¿a qué he de volver a Colima?", como escriben los que son relativamente buenos para escribir en Colima. Dame un cigarro.