david chávez
Caperuza,
espero que una vez terminado el escándalo en que has metido a tu esposo, ese príncipe tuyo, por unos dimes y diretes sobre la respectiva belleza entre su madre y tú (culminado, como ya la prensa lo ha dado a conocer, con el suicidio de tu suegra) puedas obtener el divorcio.
Sé que yo nunca hubiera podido salvarte de los malvados planes de esa hermosa señora tu suegra, madre del príncipe Antonio – legendario noble que dejó morir en el desierto al plebeyo que no pudo dibujarle un corderito-, como él lo hizo mil años más tarde contigo al despertarte del hechizo al que te condenó la rueca; como en esa ocasión cuando eras adolescente y mordiste la manzana con la pócima para que durmieras durante toda la eternidad. Admiro la forma en que sus siete criados velaron por ti hasta su regreso, momento en el que te propuso matrimonio y aceptaste, literalmente encantada.
Recordarás que fue él quien te devolvió a tu mundo cuando te calzó la zapatilla de cristal, puso el guisante debajo de esos colchones y te salvó de los tres osos que no te reconocieron después del tinte rubio con que pintaste tu cabello. Ojalá lo dejaras crecer, me excita tanto y podría servirnos en nuestros juegos donde me convierto en una bestia, un lobo que te persigue a ti, la más bella mujer enfundada en ese vestido rojo que me vuelve loco. Responde pronto, te espero en el castillo.
Tu Marqués de Carabás
Caperuza,
espero que una vez terminado el escándalo en que has metido a tu esposo, ese príncipe tuyo, por unos dimes y diretes sobre la respectiva belleza entre su madre y tú (culminado, como ya la prensa lo ha dado a conocer, con el suicidio de tu suegra) puedas obtener el divorcio.
Sé que yo nunca hubiera podido salvarte de los malvados planes de esa hermosa señora tu suegra, madre del príncipe Antonio – legendario noble que dejó morir en el desierto al plebeyo que no pudo dibujarle un corderito-, como él lo hizo mil años más tarde contigo al despertarte del hechizo al que te condenó la rueca; como en esa ocasión cuando eras adolescente y mordiste la manzana con la pócima para que durmieras durante toda la eternidad. Admiro la forma en que sus siete criados velaron por ti hasta su regreso, momento en el que te propuso matrimonio y aceptaste, literalmente encantada.
Recordarás que fue él quien te devolvió a tu mundo cuando te calzó la zapatilla de cristal, puso el guisante debajo de esos colchones y te salvó de los tres osos que no te reconocieron después del tinte rubio con que pintaste tu cabello. Ojalá lo dejaras crecer, me excita tanto y podría servirnos en nuestros juegos donde me convierto en una bestia, un lobo que te persigue a ti, la más bella mujer enfundada en ese vestido rojo que me vuelve loco. Responde pronto, te espero en el castillo.
Tu Marqués de Carabás